Viernes 30 de marzo de 2012
Héroes
pese a todo
Durante 30 años, la sombra tenebrosa de la dictadura
militar ocultó la valentía de las tropas argentinas que pelearon en las islas
Malvinas. Leopoldo Fortunato Galtieri ordenó la recuperación para perpetuarse
en el poder, Jorge Isaac Anaya se asustó cuando hundieron el crucero General
Belgrano y Basilio Lami Dozo fue incapaz de extender la pista en Puerto
Argentino para que despegaran todos los aviones de combate. Esta mediocridad de
la junta militar, sumada a las violaciones de los derechos humanos cometidos
por el régimen, provocó una deliberada ausencia de reconocimiento público que
se basa en dos causas concurrentes: pocos conocen qué sucedió en las batallas,
y una simple mención al valor de los combatientes podía entenderse como un
elogio encubierto a la dictadura militar. Entonces, la ignorancia y la eventual
cercanía con los represores enterró un reconocimiento que debe expresarse sin
prejuicios ni límites ideológicos.
El 21 de mayo de 1982, las tropas inglesas desembarcaron
en la Bahía de
San Carlos, sorprendiendo a los generales argentinos Mario Benjamín Menéndez y
Oscar Jofre, que habían descartado ese lugar porque "no ofrecía
características favorables para la operación de los buques". Menéndez y
Jofre se equivocaron: ese 21 de mayo de 1982, los ingleses apostaron en la Bahía de San Carlos el
transatlántico Canberra, los buques Fearless, Intrepid, Sir Percival, Sir
Tristram, Sir Geraint, Sir Galahad, Sir Lancelot, Europic Ferry, Norland, Fort
Austin y Stromness, el destructor Antrim y las fragatas Ardent, Argonaut,
Brilliant, Broadsword, Yarmouth y Antelope.
En pocas horas, 4000 combatientes británicos iniciaron su
marcha hacia Puerto Argentino. En el lugar, sin armamento pesado ni apoyo
aéreo, se encontraba el teniente primero Carlos Esteban, que lideraba una
sección de 62 infantes con armas livianas y una voluntad a prueba de balas.
"Los ingleses ya estaban cerca; oímos los
helicópteros y veíamos los lanchones. Ocupamos las posiciones; tenía que mandar
y hacerlo bien, tenía que cumplir la misión, tenía que salvar a mi gente y
tenía que volver a ver a mi hijo. [?] El primero en aproximarse fue un
helicóptero Sea King, con tropa y un chiringuillo de municiones. Abrimos el
fuego y lo incendiamos; saltaron chapas por doquier, había heridos pero el
piloto pudo apoyar la máquina sin destruirla. (?) De inmediato un helicóptero
de ataque Gazelle se dirigió a nuestras posiciones. Apuntamos, hicimos fuego
reunido y lo derribamos; se hundió en las aguas del río San Carlos. Los
soldados tomaban coraje. Otro Gazelle viene directamente hacia nosotros.
Repetimos la concentración de fuego y se desploma totalmente en llamas. No hubo
chance de que se salvara nadie de la tripulación. Aparece un tercer Gazelle
abriendo fuego. Creo que a estas alturas mis soldados se sentían invulnerables.
Era un blanco perfecto. Vemos cómo cientos de proyectiles hacen impacto sobre
él. Se incendia, y el piloto, con una hábil maniobra, logra posarlo detrás de
una altura", describió el teniente primero Esteban cuando se le preguntó
cómo había sido su enfrentamiento con las tropas inglesas.
Pocos conocen la actuación valerosa de Esteban, y siempre
se hace referencia a la cobardía del torturador Alfredo Astiz en las islas
Georgias, que se rindió sin disparar un tiro. En este punto, funciona el
prejuicio: es más fácil y contundente contar que Astiz fue un cobarde que
describir las acciones bélicas protagonizadas con valor por otros oficiales de la Armada.
El portaaviones Invincible era una pieza clave en la
estrategia bélica de Gran Bretaña. Hundir al portaaviones era un golpe maestro
contra las fuerzas inglesas y la estabilidad política de Margaret Thatcher.
El 30 de mayo de 1982, seis aviones de la Armada y la Fuerza Aérea volaron
a la caza del Invincible. Pasado el mediodía, el capitán de corbeta Alejandro
Francisco enciende el radar de su avión Super Etendard, detecta el blanco y
dispara el último Exocet que le quedaba a la Armada. Con la estela
del misil como guía, a 30
metros del agua, cuatro A-4C SkyHawk de la Fuerza Aérea
avanzaron sobre el portaaviones para disparar sus cañones. Una columna de humo
negro y naranja ya asomaba sobre el Invincible, evidencia irrefutable del daño
provocado por el Exocet.
En ese instante, un misil Sea Dart impactó al SkyHawk del
primer teniente Jorge Vázquez, lo parte en dos y termina con su vida. Segundos
después, cae también el SkyHawk del primer teniente Omar Castillo, alcanzado
por la artillería enemiga del buque Exeter. No fue en vano, el portaaviones
Invincible quedó fuera de combate y regresó a Inglaterra sin honores.
La dictadura militar fue a la guerra para postergar su
caída, su juicio histórico y su condena perpetua. Pero en las islas Malvinas
hubo oficiales, suboficiales y soldados que fueron héroes. Se trata de una
verdad que no puede negarse ni desaparecer con el paso del tiempo y las
circunstancias políticas.
© La Nacion.